Siguiendo por la senda del Norte y infiltrandome en la ciudadela enemiga engañando a un soldado rojiblanco, me converti en uno de ellos y ya dentro de sus muros era solo cuestion de tiempo…
40.000 bestias sedientas de sangre blanca rugian, gritaban y soltaban un hedor inconfundible a patria, tradición y conocimiento de una batalla, a la que sabian, que el mayor numero de huestes no da por garantizada una victoria que seria epica y remataria la ya ganada la semana anterior en el reino de mestalla.
Junto con tres valientes soldados los primeros enbites fueron repelidos por un magnifico hombre, con nombre de aquellas lejanas tierras pero ducho como ninguno con el escudo, Iker.
Los ataques masivos por numero, ganas, espiritu y corazon pero con el pensamiento puesto en una posible derrota por cualquier resquicio y despiste fueron perdiendo fuerza y efectividad, a la vez en la misma sala del trono un pequeño malabarista carioca daba los pequeños avisos a un rey, inquieto y nunca dando la misma seguridad que su emperador Gorka Iraizoz.
Ya con noche cerrada y aun las huestes enemigas despistadas y cansadas, en un momento de “ocio”, nuestro estandarte tulipan, clavo su gran espada al rey rojiblanco tan honda y profunda que parecia hundida en las gargantas de todo el ejercito.
Asi salimos victoriosos de una batalla, la batalla de San Mames que sera recordada en los libros injustamente por un heroe blanco, llamado capitan que no hizo mas que correr y vocear…
